Una de las recientes noticias de 60 minutos es sobre la guerra por el marfil de elefantes en Chad, África. Los ladrones "poachers" matan al animal para robarse sus colmillos de marfil, los cuáles se cotizan altamente en el mercado negro. De nuevo, poco a poco nos dirigimos a la extinción de este enorme y complejo animal.
La solución que han encontrado es poner a unos cuantos guardabosques armados a cuidar una zona amplísima de terreno. Por supuesto, no pueden cubrir eficientemente el terreno y el asunto se les sale de las manos.
La forma viable de afrontar el asunto es otorgando derechos de propiedad sobre los terrenos donde habitan los elefantes y sobre los elefantes mismos. Al igual que ocurre con el ganado en fincas o con la perros que compramos, la mejor forma de protegerlos, quererlos, reproducirlos y si se quiere, lucrar por medio de ellos, es cuando estos están identificados y registrados.
Sino, el sistema no genera los incentivos para proteger y conservar la especie y los "free riders" toman provecho de esto lucrando sobre los animales que no les pertenecen y no sienten deben cuidarlos.
Algunos dirán que entonces los propietarios mataran los elefantes para lucrar con sus colmillos de marfil. La lógica indica que esto no sería así. Por un lado, sus actos serían públicos y habría repudio. Segundo, el propietario se debe ajustar a reglas internacionales que determinan que los animales no pueden ser masacrados. Tercero, sería un pésimo empresario si mata "la gallina de los huevos de oro", si lo lógico sería cuidarlos y reproducirlos para seguir generando mayores recursos a largo plazo.
Asumamos que estos puntos no son suficientes para convencer. Por lo tanto, el gobierno puede asumir un contrato con el propietario de los elefantes de que no puede matarlos. Se puede asegurar de esto realizando el contrato mediante iniciativa privada con organizaciones internacionales reconocidas por conservación y protección animal.
Alejandro Beeche Van der Laat
La solución que han encontrado es poner a unos cuantos guardabosques armados a cuidar una zona amplísima de terreno. Por supuesto, no pueden cubrir eficientemente el terreno y el asunto se les sale de las manos.
La forma viable de afrontar el asunto es otorgando derechos de propiedad sobre los terrenos donde habitan los elefantes y sobre los elefantes mismos. Al igual que ocurre con el ganado en fincas o con la perros que compramos, la mejor forma de protegerlos, quererlos, reproducirlos y si se quiere, lucrar por medio de ellos, es cuando estos están identificados y registrados.
Sino, el sistema no genera los incentivos para proteger y conservar la especie y los "free riders" toman provecho de esto lucrando sobre los animales que no les pertenecen y no sienten deben cuidarlos.
Algunos dirán que entonces los propietarios mataran los elefantes para lucrar con sus colmillos de marfil. La lógica indica que esto no sería así. Por un lado, sus actos serían públicos y habría repudio. Segundo, el propietario se debe ajustar a reglas internacionales que determinan que los animales no pueden ser masacrados. Tercero, sería un pésimo empresario si mata "la gallina de los huevos de oro", si lo lógico sería cuidarlos y reproducirlos para seguir generando mayores recursos a largo plazo.
Asumamos que estos puntos no son suficientes para convencer. Por lo tanto, el gobierno puede asumir un contrato con el propietario de los elefantes de que no puede matarlos. Se puede asegurar de esto realizando el contrato mediante iniciativa privada con organizaciones internacionales reconocidas por conservación y protección animal.
Alejandro Beeche Van der Laat
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