Ayer presenciamos el debate final sobre el TLC. Un formato de debate que se sentía en ocasiones desordenado, aunque los panelistas en su gran mayoría se adaptaron y respetaron el espacio de tiempo del otro exponente. Difícil ser objetivo cuando tengo ya definido mi voto para el 7 de octubre (rotundo SI), pero en cuanto a contenido percibí a los exponentes del SI mucho más claros en sus puntos y con mayor preparación documental para evidenciar la causa. Percibí a los exponentes del NO, en especial a Epsy Campbell, vacía de fundamentación, verborreando frases populistas de una "justicia o equidad social" que difícilmente se pueden atar con la causología del TLC.
Ayer observando el debate me sentí como en una película gringa donde se nos presenta un juicio y los abogados de las partes hacen sus discursos finales al jurado - en este caso en lugar de 12 a casi 3 millones de personas - que deben definir el destino de los implicados. Los defensores del implicado del SI justificando avanzar hacia la tendencia mundial de comercio bilateral y multilateral, integrándose con sus países vecinos. Los defensores del implicado "prosecutors" del NO reacios al cambio - como puritanos -, buscando en los rincones las migajas que siembren un sentimiento de duda y miedo al jurado, creativamente buscando en la letra fina del TLC el fantasma de un imperialista gringo llamado William Walker que no existe.
Y parece común en la historia. La confrontación de ideologías. Aquellos que impulsan la construcción de calles y pavimentan las autopistas de la movilización y, aquellos que prefieren seguir en carreta con bueyes, miedosos del futuro y el intercambio con sus hermanos de otras tierras. Aquellos que bajo la manga de la brujería buscan mantener sus intereses dados por el "establishment" y aquellos que dirigen su mirada hacia las estrellas y que saben que con el esfuerzo personal pueden alcanzarlas.
Alejandro Beeche Van der Laat
Ayer observando el debate me sentí como en una película gringa donde se nos presenta un juicio y los abogados de las partes hacen sus discursos finales al jurado - en este caso en lugar de 12 a casi 3 millones de personas - que deben definir el destino de los implicados. Los defensores del implicado del SI justificando avanzar hacia la tendencia mundial de comercio bilateral y multilateral, integrándose con sus países vecinos. Los defensores del implicado "prosecutors" del NO reacios al cambio - como puritanos -, buscando en los rincones las migajas que siembren un sentimiento de duda y miedo al jurado, creativamente buscando en la letra fina del TLC el fantasma de un imperialista gringo llamado William Walker que no existe.
Y parece común en la historia. La confrontación de ideologías. Aquellos que impulsan la construcción de calles y pavimentan las autopistas de la movilización y, aquellos que prefieren seguir en carreta con bueyes, miedosos del futuro y el intercambio con sus hermanos de otras tierras. Aquellos que bajo la manga de la brujería buscan mantener sus intereses dados por el "establishment" y aquellos que dirigen su mirada hacia las estrellas y que saben que con el esfuerzo personal pueden alcanzarlas.
Alejandro Beeche Van der Laat
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