jueves, 21 de junio de 2007

El mapa no es el territorio


Esta frase para mí significa muchas cosas a la vez. De primera entrada, visualizo un globo terráqueo. Me lo imagino hace millones de años cuando los continentes formaban lo que denominamos Pangea y Laurasia, y luego me la imagino en el presente con sus variables. Visualizo personas de todo tipo de etnias formando cultura entre ellos.

Luego me imagino a cada individuo en el mundo como un mundo en sí mismo, una realidad única e irremplazable. Así me doy cuenta que juzgar a las personas es un proceso acostumbrado, pero injusto al mismo tiempo. Acostumbrado porque, al ser cada uno de nosotros tan distinto uno del otro, criticamos de cierta manera todo aquello afuera de nuestro espectro. Injusto porque es imposible tratar de meterse en la cabeza de cada individuo y saber lo que este piensa.

También asocio esta frase con la moral. Mi verdad es la mentira de otro. Lo que yo piense que es lo acertado y adecuado en este espacio y tiempo en que estoy escribiendo estas palabras en la computadora, me puede parecer erróneo e inadecuado en cuestión de horas o minutos o segundos después. Aunque ubicamos los objetos que nos rodean con nombres, cada uno de nosotros tiene su propio mapa -subjetivo-, su propia percepción del territorio -objetivo-. Cada uno tiene una descripción única de lo que significa su existencia y la de los demás.

En mi vida personal, académica, profesional, etc. me he encontrado, paradojicamente, con la ciertísima verdad de que hay muchas verdades. Me apasiona, por ejemplo, el estudio en él área del derecho de la resolución alterna de conflictos. Esto porque me parece que siempre deben existir una gama variada de posibles soluciones a los conflictos y que estas soluciones se adaptan al caso específico. Igual con las distintas circunstancias de la vida. Ante una causa, muchos posibles efectos. Por ejemplo, mi padre me parece una persona sumamente inteligente profesionalmente y es porque tiene facilidad para imaginarse distintas soluciones posibles ante un problema particular.

Alejandro Beeche Van der Laat

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