De más joven recuerdo pensar que Costa Rica estaba dentro de una burbuja mágica, libre de todo los males que sufrían otros países. No teníamos ejército, guerrillas, y todos los extranjeros siempre estaban pura vida dejando las puertas de sus carros alquilados abiertas sin preocupación alguna. No eso sólo que crecí y ahora veo la situación diferente... ahora siento que mi país se acerca más a las películas del viejo oeste que a la Suiza centroamericana.
Es inevitable conversar con alguien en Costa Rica y que no se hable del gran problema de seguridad que vivimos. Las filas para registrar armas es tan larga como aquellas de migración para sacar el pasaporte. Los pacifistas ticos ahora son pistoleros que se imaginan como matarán al asaltante en la próxima vez que los ataquen. Y no hay que imaginárselo, todos parecen tener una historia de cómo han sido asaltados ellos mismo o algún familiar.
Desde el punto de vista sociológico, no podemos culpar este sentimiento generalizado. La sociedad está tomando la justicia en sus manos porque siente que la seguridad pública no la está tomando. Esto es preocupante para la gobernabilidad del país. Una sociedad que se siente insegura es capaz de realizar cualquier cosa proteger la necesidad básica más preciada: propiedad de sí mismo.
Desde el punto de vista legal, ahora todos somos expertos, deteminando racionalmente cómo debemos actuar emocionalmente cuando nos ataquen. León Cortez es un héroe para algunos... y cómo no sentir que actuaríamos igual en sus zapatos. ¿Pero que precedente legal queda si cualquier mortal se siente en la libertad de sacar una pistola y tomar justicia en sus manos? Claro, cómo todos somo abogados en Costa Rica, la interpretación de lo que es defensa personal ahora se extiende a los límites de la conveniencia moral. Ante esta incertidumbre, lo que me queda es un mal sabor de boca porque no podemos esperar que las personas actúen racionalmente en circunstancias tan emocionales como tratar de salvar sus vidas. No podemos inundar de cárceles personas que están simplemente tratando de salvar sus vidas y pertenencias. Ahora más que nunca necesitamos de liderazgo en seguridad pública, cuando la furia generalizada no nos deja determinar claramente quiénes son los buenos y malos de la película.
Y el Gobierno debe ser estar alerta a que la crisis financiera empeorará la situación. Si los proyectos inmobilarios se paralizan y las constructoras deben desemplear a centenares de personas, ¿cómo hará la población desempleada para salir adelante? Más aún cuando sienten que hay impunidad.
Adonde vivo en Arlington, Va., y en general en Estados Unidos, la situación (en balance) es más positiva. Estados Unidos es el país más represor del mundo - porcentaje de población en carcel -, pero por miedo o convicción, yo me siento seguro en la calle. Vivo en una zona de muchos inmigrantes - legales o ilegales - pero no siento el riesgo inminente de ser asaltado. Los polícias son bien pagados, orgullosos de su trabajo. Además, es casi "inmoral" tomar alcohol y manejar, dada la cultura de miedo a las consecuencias, sean de matar a otro ser humano o de ir a la cárcel por tomarse más tragos de los debidos. Por otro lado, la mayoría de la ciudadanía - con o sin educación avanzada - tienen las posibilidades de tener un trabajo adonde se puede ganar lo suficiente para tener donde vivir, que comer, disfrutar de la cultura, y mandarle dinero a sus familiares. Por lo tanto, la ciudadanía no tiene la necesidad de arriesgar el costo de sus vidas atracando a otros porque el beneficio de trabajar es más alto.
Alejandro Beeche V.
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